Privacidad en Internet o la ilusión de estar seguros
Muchos de nosotros, usuarios
comunes de las tecnologías de información y comunicación, compartimos
diariamente información privada y sensible con otros usuarios, en la idea de
que dicha información sólo será relevada al destinatario elegido. En esa
lógica, solemos tomarnos fotos privadas y luego enviar estas a un usuario en
especial o las publicamos en nuestra red social para que “sólo las vean”
nuestros contactos, compartimos correos con contenidos privados, publicamos
información de nuestras acciones diarias en “perfiles públicos”, para
compartirlas “sólo” con nuestros “amigos”. En pocas palabras, transformamos lo
privado en público, pero seguimos soñando con que nuestra información sigue
siendo privada.
La realidad sin embargo es que,
todo lo que hagamos en Internet, en nuestras redes sociales (twitter, facebook,
vine, viber, ask, snapchat, LinkedIn, etc), todo cuanto compartamos o podamos
transmitir vía un correo electrónico
(gmail, yahoomail, hotmail, etc), los mensajes “privados” que enviemos mediante
aplicaciones móviles (whatsapp, line, BBM, skype, etc), todo lo que guardemos
en los llamados discos duros virtuales o “nubes” (icloud, google drive,
cloudon, dropbox, onedrive, box, etc), es decir, todo lo que implique la
utilización de Internet, carece de los elementos mínimos necesarios para
asegurar nuestra privacidad. En pocas palabras, dicha privacidad, a la cual
creemos acceder por medio de una clave que hemos creado (aún si es alfanumérica
y con signos) es sólo una ilusión.
Lo primero que debemos tener en
cuenta, si es que aún dudamos de que nuestra privacidad se encuentre en peligro
o en riesgo de ser expuesta, es que todos los instrumentos, aplicaciones o
recursos vinculados a nuestra comunicación por internet son instrumentos,
recursos y/o aplicaciones supuestamente “gratuitas”, es decir, no hemos pagado
absolutamente nada por utilizar dichos productos. Cuando abrimos un correo
electrónico, nos creamos una cuenta en una red social, nos descargamos una
aplicación móvil para enviar mensajes, nos registramos en un servicio para
poder almacenar información de forma virtual en una nube, etc, no pagamos nada
a aquella empresa transnacional que lo brinda.
Aquí la pregunta lógica, que muchas veces está ausente de nuestros
cuestionamientos es: “si facebook, gmail, whatsapp, dropbox, Hotmail.
Lindkedin, etc, nos brindan un servicio sin costo alguno, ¿cómo es así que
estas empresas se hacen multimillonarias?, ¿dónde está el beneficio que
obtienen al brindar dicho servicio?, ¿acaso creemos que existen cosas
“gratuitas” en internet?.
Un segundo tema, vinculado al
primer punto, es que, cuando nosotros, como usuarios, nos registramos para
acceder a alguno de estos productos o servicios, la empresa que los brinda nos
propone suscribir un contrato, el mismo que, en un 99.99% de veces, el usuario
no lee, y sólo atina a marcar el casillero de “acepto” y luego presiona el
botón de “siguiente”. Y es justo en este “contrato” que suscribimos a ciegas y
con credulidad, en el que la empresa nos señala que nuestra privacidad no será
la que estamos pensando, ya que ellos tendrán el poder de acceder a todo cuanto
deseen y, en ciertos casos, a utilizar dicha información para sus propios fines
empresariales.
Un tercer elemento, vinculado a
los dos primeros, es que todo cuanto exista en la Internet, se basa en
programación, lo que implica que, si alguien desea ingresar a un sistema y
conoce adecuadamente los procesos de programación de dicho sistema, tendrá la
llave necesaria para acceder. En este punto, y teniendo en cuenta el avance
exponencial de la informática, muchos de los que hoy llamamos “crackers”, es
decir “hackers malos”, no son los genios informáticos que pudiéramos pensar,
sino sólo grandes usuarios de aplicaciones o programas que tienen como objetivo el romper la seguridad de otros
programas. Estos usuarios, haciendo uso de programas para crackear, terminan por acceder a nuestras redes inalámbricas, a
nuestro módem, a nuestro equipo, a nuestra cuenta, etc.
Si a ello, sumamos además el
interés de ciertos grupos por tener acceso a cuanta información puedan, la
ilusión de seguridad se quiebra por completo. Basta con recordar el reciente
caso del ex agente de la CIA Edward Snowden, quien actualmente se encuentra
protegido en Rusia, y que fuera quien diera a conocer las actividades que
realiza el gobierno de los Estados Unidas mediante su agencia nacional de
seguridad “NSA”, la misma que tiene la capacidad de ingresar a cualquier correo
electrónico de cualquier persona en cualquier país del mundo, que pueda
intervenir cualquier tipo de comunicación, ingresar a cualquier cuenta o
perfil, interceptar imágenes, audios o textos que pudieran ser enviados
digitalmente, etc.
Aquí, en este punto, es preciso
señalar que, no es la intención de este artículo generar en el lector una
esquizofrenia colectiva ni delirios de persecución que lo obliguen a alejarse
del uso de las tecnologías de información y comunicación. El objeto de estas
líneas es sólo llamar la atención del usuario y hacerle ver que su seguridad no
puede ni debe descansar en recursos externos como un password o clave, sino que
debe ser producto de una forma de actuar constante, de un cuidado cotidiano de
lo que comparte o transmite vía Internet. La seguridad es una forma de vida, un
estilo de comportamiento y la capacidad de reconocer que en el momento en que
ingresa a nuestra mente la ilusión de seguridad, estamos desprotegidos.
Dimitri N.
Senmache Artola
Presidente de la Red Peruana contra la Pornografía
Infantil
Consultor especialista en gestión y seguridad de la información
senmache@gmail.com
Twitter: @senmache